El Poder Del Santo Prepucio
El Santo Prepucio de Jesús
Permanecía en la Tierra al igual que la
sangre, las uñas y los fluidos corporales emanados por Nuestro Señor. El Santo Prepucio
se convirtió desde entonces en una de las reliquias más preciadas y cotizadas
de la cristiandad.
El Santo Prepucio fue cortado a
los 8 días de haber nacido el niño Jesús por una anciana que se lo entregó a su
hijo sumergido en aceite de nardo, un comerciante en perfumes, con
la orden de que no lo vendiera. Pero el joven desobedeció a su madre; y el
Santo Prepucio inició así su dificil vagar por el mundo.
Según la leyenda Dan Juan
Bautista se lo dio a María Magdalena, la
primera en adquirirlo, quien utilizó el aceite para ungir los pies de Cristo.
La primera aparición del prepucio
se produjo en un convento francés de Charroux, cuyos monjes declaraban haberlo
recibido como regalo del emperador Carlomagno, quien a su vez lo habría obtenido
como un regalo de bodas de la emperatriz Irene de Bizancio.
Los monjes llevaron el
sagrado capullo en procesión a Roma cuya devoción dio origen a la
Hermandad del Santo Prepucio, encargada de preservar esta reliquia muy
venerada por las embarazadas.
En Calcata, pueblo italiano, el presunto Santo Prepucio era sacado
alegremente en procesión.
Hacia fin del siglo XIX, La Sacra
Congregación para la defensa de la Fe declaraba que toda persona que hable,
escriba o lea sobre el Santo Prepucio será considerada excomulgada
La carne vera sacra,
auténtica carne sagrada, o «prepucio», era la punta del pene del niño Jesús, puesto
que durante mucho tiempo estuvo prohibido referirse a ella como prepucio, quien
fue debidamente sometido a la ley judía
Otra historia curiosa sobre el
prepucio de Jesús es la de la monja austriaca, Agnes Blannbekin, del siglo XIV, que cuando rezaba
podía sentir el prepucio de Cristo en su boca. Cuando esto ocurría, su cuerpo
ardía “de placer”, escribió en sus memorias, Vida y Revelaciones —obra
censurada cuando se publicó en el siglo XVIII—, y se lo tragaba. Y entonces
volvía a aparecer en su garganta, y se lo volvía a tragar. Así hasta cien
veces; hasta que pudo ver cómo su cuerpo se iluminaba. Como un Gusiluz.